Un terremoto de magnitud 8,8 sacudió la península de Kamchatka, en Rusia, considerado uno de los más fuertes de la historia moderna. El sismo causó daños estructurales y dejó decenas de heridos en ciudades como Petropavlovsk-Kamchatsky y Severo-Kurilsk.
Generó alertas de tsunami desde Japón y Hawái hasta Chile, Perú y México. Aunque las olas no resultaron catastróficas, las evacuaciones masivas fueron claves para prevenir tragedias.
Desde el devastador tsunami del 2004 en Asia, los sistemas de alerta han mejorado. Pero a pesar de ello, sigue siendo difícil anticipar la altura exacta de las olas, sobre todo por variables como la topografía costera y la profundidad del fondo marino.

¿Por Qué Fue Tan Poderoso El Sismo?
El terremoto alcanzó una magnitud que lo ubica entre los seis más potentes jamás registrados. Forma parte de una lista histórica de movimientos telúricos en el llamado Cinturón de Fuego del Pacífico, una zona conocida por su intensa actividad sísmica y volcánica.
Las autoridades locales reconocieron que se trata del sismo más fuerte en décadas. Se han reportado múltiples réplicas, algunas superiores a magnitud 6.5, lo que mantiene la zona en constante vigilancia. El temblor duró varios minutos y se sintió con fuerza en hospitales, centros comerciales y escuelas. Videos en redes sociales mostraron a médicos operando durante el movimiento telúrico y a ciudadanos evacuando en medio del caos.
Históricamente, la región de Kamchatka ha sufrido terremotos de gran escala. En 1952, un sismo provocó un tsunami con olas de hasta 18 metros, cobrando la vida de más de 2,000 personas. Incluso se tiene registro de un evento aún más devastador en 1737, con olas de hasta 30 metros que arrasaron asentamientos enteros. Este tipo de antecedentes obliga a tomar cualquier alerta con extrema seriedad.
¿Por Qué Se Forman Los Tsunamis?
El término “tsunami” viene del japonés y significa “ola de bahía”. No es una simple ola. Es una masa de agua gigantesca que se desplaza desde el fondo del mar hasta la superficie, arrastrando consigo una fuerza descomunal.
Lo más común es que se originen por terremotos submarinos, aunque también pueden ser causados por deslizamientos de tierra, erupciones volcánicas, meteoritos o ciertos fenómenos atmosféricos. La clave está en el desplazamiento abrupto del agua: cuando algo altera de manera repentina el fondo marino, el océano responde.
Una característica importante de los tsunamis es que no son una sola ola, sino una serie de ellas. Se propagan en círculos concéntricos desde su punto de origen, cruzando enormes distancias. Mientras que en alta mar apenas se notan —pueden medir menos de 30 centímetros—, al acercarse a la costa se transforman en gigantes de hasta 30 metros de altura.
Este comportamiento tiene que ver con la profundidad del océano. Cuanto más profundo es el mar, más rápido se desplaza la ola. Se ha registrado que pueden alcanzar velocidades de hasta 800 km/h, similares a un avión comercial. Pero al llegar a aguas poco profundas, todo cambia: la velocidad disminuye, la energía se concentra y la ola crece.
¿Qué Tan Destructivo Puede Ser Un Tsunami?
Cuando una de estas olas llega a tierra firme, no lo hace con elegancia. El agua arrasa con todo a su paso, llevándose viviendas, vehículos, árboles, postes y personas. Un tsunami grande puede llegar a inundar hasta 1.5 kilómetros tierra adentro. Y no es necesario estar en la playa para estar en riesgo.
Las zonas costeras ubicadas a menos de 15 metros sobre el nivel del mar y a menos de un kilómetro del océano son las más vulnerables. Sin embargo, si el epicentro del sismo es cercano, el margen de seguridad se eleva a los 30 metros.
Otro detalle importante es que la primera ola no siempre es la más peligrosa. Pueden llegar en grupos de seis a ocho, con lapsos entre una y otra que varían desde 5 hasta 90 minutos. Además, antes de que llegue la ola, puede observarse una especie de “retroceso” del mar. Este fenómeno, que parece inofensivo, suele ser la señal más clara de que el tsunami está en camino.
Los efectos también pueden agravarse si la ola llega durante una marea alta o si hay una tormenta activa. La suma de factores multiplica el impacto, y eso dificulta aún más las tareas de prevención.
La Incertidumbre De Las Predicciones
A pesar de los avances tecnológicos, los científicos aún no pueden predecir con exactitud ni cuándo ocurrirá un tsunami ni qué tamaño tendrán sus olas. Lo único que se puede hacer con relativa eficacia es calcular el posible trayecto y emitir alertas tempranas.
Gracias al sistema DART (Detección de Tsunamis y Evaluación de Riesgo), compuesto por boyas marinas con sensores que detectan cambios mínimos en la superficie oceánica, se pueden enviar datos casi en tiempo real a centros de monitoreo como los de Japón o Estados Unidos. Estas señales ayudan a proyectar el posible impacto del tsunami.
El problema es que la altura real de las olas en la costa depende de muchos factores: desde la forma del fondo marino hasta la topografía local. Hay lugares donde el relieve costero actúa como un embudo, lo que hace que la energía del agua se concentre y que la ola crezca más de lo previsto. En otros, la energía se dispersa.
La reflexión y refracción de las olas también entra en juego. Al interactuar con la costa y con otros obstáculos, las olas pueden cambiar de dirección, perder o ganar fuerza. Esto hace que la predicción sea más una estimación basada en modelos matemáticos que una certeza.
El Centro Internacional de Información de Tsunamis de la Unesco (ITIC) ha sido claro en sus advertencias: incluso con los mejores sistemas del mundo, el comportamiento exacto del tsunami solo se sabrá cuando ocurra.